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En esta época en la que estamos volviendo a conectar con nosotros mismos, reconduciendo nuestros hábitos y adquiriendo una nueva concepción del tiempo, es cuando nuestra paz y armonía interior se reflejan, sin duda alguna, en la salud y la vitalidad de nuestra piel. En definitiva, nuestro bienestar interior se traduce en belleza exterior.

Llevábamos ya mucho tiempo dejando en un segundo plano la conexión con nosotros mismos, dando prioridad al contacto exterior y social. Es tal el bombardeo de información y estímulos al que estábamos sometidos que no éramos capaces de conectar con nuestro yo más íntimo. Estas semanas de confinamiento que nos ha tocado vivir nos han venido estupendamente para conocernos y entendernos mejor y, superados los primeros días de miedo e incertidumbre, para mimarnos, cuidarnos y aprender a valorar más nuestro tiempo.

Y precisamente, eso era lo que necesitábamos. Tiempo para hablar con nosotros mismos, escuchar nuestros deseos, relajar la mente y aparcar el estrés. Nuestra vitalidad y renovación de energías depende de cómo observemos y cuidemos nuestro interior.

Este estado de escucha, equilibrio y bienestar no solo se consigue a través de la meditación, sino que activando nuestro cuerpo también podemos conectar con nuestro yo interior. Actividades tales como, el Yoga, el Taichí, el Pilates o el Mindfullness fomentan nuestro desarrollo personal y lo que transmitimos de cara al exterior.  

Dedicar algo de tiempo a practicar estas disciplinas nos ayuda a encontrar un momento para la introspección y a lograr una unión cuerpo y mente. Mediante ciertas posturas y siendo conscientes en cada momento de nuestra respiración y de nuestros movimientos musculares, aprendemos a concentrarnos y a relajarnos mucho mejor. En general, estas prácticas nos ayudan a ser más felices y equilibrados, y nos aportan serenidad para afrontar la vida con una mirada distinta.

Está claro que un buen estado de ánimo y una actitud más positiva frente a la vida se refleja en un aspecto exterior bello, sereno y natural. Un rostro bello es un espejo de la energía y el bienestar interior.