Una de las enfermedades más frecuentes de la piel es el acné. Se trata de una problemática bastante común que afecta tanto a nivel físico como emocional, ya que la autoestima de las personas que sufren este tipo de trastorno dermatológico disminuye considerablemente. Además, aunque es una afección con más prevalencia en la adolescencia, conviene saber que cada vez se dan más casos de acné en la edad adulta, oscilando su porcentaje entre un 12 y 18 % de la población total y afectando mayoritariamente a mujeres.
Una de sus causas principales es el desequilibrio hormonal dado por factores de tipo ginecológico como es el ciclo menstrual, la ingesta de anticonceptivos y los periodos de embarazo, pero hay otros hábitos, no muy saludables, que también influyen de manera negativa y directa a este desajuste hormonal como pueden ser una dieta no equilibrada y rica en grasas, el consumo de alcohol, el tabaquismo o el estrés. Todo esto repercute en un aumento de los estrógenos y testosterona que activa a las glándulas sebáceas encargadas de producir sebo en exceso que, a su vez, acaba obstruyendo los folículos pilosos. En definitiva, el acné se produce por una acumulación de grasa y células muertas que producen una obstrucción en los poros. Si esta afección dérmica no se trata de manera correcta y a tiempo, puede dejar secuelas tales como cicatrices y marcas que perduren en el tiempo.
Existen nuevos tratamientos en el mercado que ofrecen soluciones eficaces y seguras para todos los casos como son los tratamientos con láser, limpiezas profundas, exfoliaciones y peelings químicos profesionales.
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